lunes, 30 de junio de 2008

Acerca de mí (I)

Escribo esta entrada, este capítulo, como una especie de autojustificación. Pero la verdad es que no tengo ningún sentimiento de culpa, ningún remordimiento, por acostarme con mujeres pagando. Hasta cierto punto mis circunstancias me han obligado a ello. Sin embargo, tampoco me siento orgulloso. No escribo este blog como si de un compendio de hazañas se tratase. Escribo porque necesito expresar una parte de mi vida que siempre ha quedado un poco oculta. Y necesito expresárselo, sobre todo, a mí mismo.

Durante años he sido un defensor de la abolición de la prostitución (más que defensor, simpatizante) sin comulgar, necesariamente, con la derecha católica e hipócrita de la Espe, Gallardón y Botella, los cuales simplemente se dedican a perseguir y criminalizar a prostitutas y clientes sin atender (o atendiendo más bien poco) a otros aspectos que atañen a las vidas de las chicas, como es el de los trabajos dignos, la educación sexual, etc.

Pero el abolicionismo, en mi caso, se trataba más bien de una justificación ideológica de una postura práctica previa: la negación a participar en el comercio carnal.

Y esta negación estaba motivada, a su vez, por un cierto miedo debido a un mal aprendizaje sexual.

Esta es mi historia. O, al menos, uno de los aspectos más importantes de ella.

No sé hasta qué punto podría considerarme un niño precoz en el terreno sexual. Pero recuerdo que me masturbaba mucho antes de que tuviera la primera eyaculación. Quizá todos los niños lo hagan, no lo sé. En aquella época no se hablaba de esas cosas. Después llegaron las "revistas guarras", aunque lo cierto es que tampoco me hice con muchas de ellas. Y por lo que toca a las películas igual. Creo que he visto muy pocas. No me terminan de gustar. Especialmente NO me gustan las corridas en la cara. Lo considero de muy mal gusto.

Después llegó la adolescencia. ¿A los quince años, por ejemplo? Todos sabemos y recordamos la revolución hormonal que se produce en los cuerpos a esas edades. Todos y todas recordamos la explosión del deseo cuando comenzamos a relacionarnos con personas del sexo opuesto. Ahora no sé cómo se lo montarán los adolescentes, pero seguro que bastante mejor que nosotros en los ochenta. Para ser sincero y políticamente incorrecto las tías eran unas estrechas, por lo menos aquellas con las que yo me relacionaba (quizá un producto de su educación). Aunque para ser totalmente veraz tampoco yo era muy guapo por aquel entonces, ni guapo, ni alto...

A todo ello se sumaba el que iba a un colegio de curas en el que, por supuesto, no había chicas. No tenía práctica, no tenía soltura, en la relación con el sexo opuesto. Mi mundo era el de los comics, el deporte y el heavy metal. La educación religiosa, en el terreno sexual, no tuvo mucha incidencia. O quizás sí, no lo sé. Tampoco conocía a chicas en el barrio, pues lo cierto es que mi vida se reducía al colegio.

Mi primera relación con una chica se redujo a unos cuantos besitos y manitas durante el verano, a los 16 años. Entre los 17 y los 18 hubo otras cuatro chicas con las cuales hice lo mismo que con la primera. En aquella época no tenía miedo a hacer el amor, lo deseaba con todas mis fuerzas. Se lo proponía a las chicas, pero ellas no querían. Yo respetaba su decisión, me habían educado para ello. Nunca dejé a ninguna por ese motivo. Quizá ese fuese mi error. Tampoco lo sé.

Y por fin llegó una con la que las manos llegaron más abajo, las suyas y las mías, pero solo las manos, nada más, lo cual ya era todo un adelanto. Tenía yo 18 años.

Así, pues, 18 años y virgen. Si es que virgen se considera a aquellos y aquellas que no hayan practicado el coito nunca, al margen de masturbaciones mutuas y felaciones o cunilinguus, las cuales últimas tampoco había practicado por entonces.

¿Tenía mala suerte? ¿era feo? ¿era un gilipollas? Quizá un poco de todo.

Lo peor del asunto es que aquella carencia la vivía más dramáticamente cuanto más miraba a mi alrededor, cuando todo en esta sociedad gira en torno al sexo, en torno al éxito sexual: publicidad, películas, canciones, revistas, amigos... Mirase donde mirase había siempre algo que me recordaba que yo era virgen, que no era digno de los favores de ninguna mujer.

Posteriormente aprendí a sobrellevar críticamente mis largos estados de privación sexual. Pero por entonces carecía de los recursos sociológicos necesarios.

En tal estado fue cuando me decidí a acudir a una profesional.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De Ibán:

Hola. He descubierto este blog que escribes a través del de Monserrat Neira.

Esta entrada que has escrito me ha gustado bastante: me pareces a partir de lo escrito alguien honesto. Me parece sincero y cierto ese sentir con el que dices de que tus circunstancias te obligaron de alguna manera, pero que al mismo tiempo tampoco te sientes orgulloso de haber sido clienteme ha parecido bien tu consideración del abolicionismo como una justificación ideológica motivada por tu rechazo personal a participar de la relación de prostitución.

Creo que en esta entrada (y también en las demás) muestras tu vivencia en relación a la prostitución con gran claridad. En tanto varón, y por mi biografía en la que hay algún punto común con la tuya en relación a las mujeres, te puedo comprender. Y, a partir de lo que he leído, sospecho que pienso de manera bastante parecida a tí en bastantes cosas en relación con el fenómeno de la prostitución.

Te doy las gracias por haber escrito cosas como estas que has escrito hasta ahora. Creo que lo que escribes ayuda a entender la problemática en relación a la afectividad y la sexualidad que tenemos los varones heterosexuales que hemos sido socializados en modelos de masculinidad tradicionales (propios de las sociedades patriarcales) y que con este blog puedes llegar a dar una imagen bien distinta del tipo de hombre y de persona que se puede encontrar detrás de un cliente de la prostitución de la que suele ser más habitual. Un objetivo éste que no consiguen otros blogs de clientes como por ejemplo el del responsable del blog 'Voydeputas'.

ElCliente dijo...

Gracias a ti por animarme. A ver si retomo el ritmo de escritura, que a pesar de no irme de vacaciones el verano ha supuesto un parón.