martes, 8 de julio de 2008

Sobre mi (II)

La segunda experiencia como cliente en el mundo de la prostitución llegaría 18 años más tarde.

Entretanto he vivido una sucesión alternante de vergeles y desiertos sexuales, predominando estos últimos: largos y anchos, inacabables desiertos, quizá generados por mis propios miedos e incapacidad.

18 años en los cuales he tenido tres novias. Tres años estuve con la que más duró. Y el resto un completo desierto. Aunque con todas (las tres) tuve relaciones sexuales, sólo hice el amor con una de ellas.

Y no es que me lleve mal con las mujeres, creo que incluso les caigo bien. Pero... Soy incapaz de seducirlas. Soy lo que denominan "un buen amigo".

¡¡¡ Y un huevo !!! No quiero ser "su amigo", o si lo soy, como dice la canción "quiero ser algo más que eso": amigo con derecho a... Nunca quise ser su amigo. Pero tampoco tuve huevos a mandar a ninguna al carajo, aunque a la mayoría no les declaré mis intenciones. Un puto desastre.

¿Y todo por qué? No lo sé, pero supongo que por un conglomerado de razones:
-porque tenía miedo al rechazo, por supuesto
-porque no quería que mi círculo se enterara de que iba tirando los tejos a todo lo que se moviera (cosa que solo se produciría si de hecho los hubiera ido tirando)
-porque respetaba a las mujeres, ya que no eran meros objetos sexuales, sino personas, amigas, compañeras.
-porque nunca he mostrado seguridad en mi mismo, ni gran entusiasmo por nada
-porque no soy guapo, ni rico...
-porque no tenía trabajo, ni vivía solo.

¿Queréis más razones? Las iré apuntando.

También he de decir que nunca puse mucho interés en los ligues de por la noche, en los bares y fiestas. Prefería conocer a las chicas y luego quedar con ellas otro día, cosa que pocas veces llegaba a suceder, o que de suceder tampoco llegaba a nada. No obstante, esa preferencia puede que contuviera un elemento de miedo distinto al miedo al rechazo, miedo al ridículo, etc., era un miedo referente a mi propia capacidad sexual una vez llegado el caso, si llegaba.

Y no se trataba de un miedo infundado.

De esas tres chicas fue con la primera con la única que llegué a follar, si es que se puede llamar "follar" a meterla, hacer tres movimientos y correrte. Sólo recuerdo un polvo en condiciones con ella. Y ella, por supuesto, no tenía la más mínima culpa. Es más, era bastante comprensiva e hizo mucho por ayudarme. Yo era, pues, un eyaculador precoz.

Quizá todavía lo sea. A veces me pasa. Pero al menos ahora soy consciente de por qué me pasa.

Pero decir que soy, o era, un eyaculador precoz, es ponerme una etiqueta, no es solucionar nada. La solución estaba, está, en observar bien lo que uno hace, lo que siente, comprenderlo e intentar cambiar esas pequeñas cosas, esos pequeños fallos.

A la postre no es más que lo que te vienen a decir todos los libros y revistas sobre el tema (eyaculación precoz e impotencia, que no era mi caso): que te tomes con calma las cosas. Si bien, las cosas a veces no pueden tomarse con calma: no cuando los padres pueden llegar en cualquier momento, no cuando puede aparecer cualquiera tras las ventanillas del coche, no cuando sólo tienes la media hora a que te dan derecho los 50 euros.

Mis relaciones sexuales con la segunda novia que tuve fueron bastante satisfactorias, salvo por el hecho de que no hacíamos el amor (ella no quería). El resto estaba muy bien y mi aguante era aceptable. El problema estaba en mi coco.

Con la tercera también fue todo bien, salvo por el hecho de que yo, ya más consciente de mi problema, me negué a follar con ella hasta que no estuviera más acostumbrado a sus encantos, los cuales me permitía degustar, del mismo modo que yo se lo permitía a ella. Sin embargo, la relación fracasó por otros motivos antes de que llegase la costumbre.

Ahora, tras un año de acudir a los servicios de las profesionales (algunas más que otras) he descubierto el origen de mi problema con la eyaculación precoz: son los nervios. Cuando me pongo nervioso, me corro. Nervios, se entienden, relacionados con el sexo. No me corro cuando voy andando por la calle y alguien me toca las narices. El problema con las prostitutas es que hay muchos aspectos y ocasiones para ponerte nervioso: en primer lugar el tiempo apremia, a veces el lugar no es el más adecuado, a veces la chica quiere terminar rápido...

Bueno, la cuestión es que tras ese largo período, ya que no podía hacer el amor con chicas "normales", o de modo "normal", no tuve más remedio que introducirme en este mundillo. Un mundillo donde la gente también es "normal".

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