lunes, 14 de julio de 2008

Mi segunda experiencia

La segunda experiencia fue tan desastrosa como la primera, o incluso más, ya que esta vez no ignoraba lo que podía pasarme y que efectivamente pasó.

Tras largo tiempo pensando en los pros y los contras de acudir a las prostitutas, me decidí. Elegí la Casa de Campo. Fue justo el último fin de semana antes de que la cerraran al tráfico por la noche. No he vuelto a ir. No, no es cierto, volví. Volví para encontrarme con los coches de la policía en las entradas. Hace poco que me he enterado de que las chicas siguen allí por el día y en las entradas por la noche.

Tras dar una vuelta con el coche y ver a las chicas me decidí sin demasiado criterio (mis gustos son muy amplios) por una rubia. Resulto ser rumana. Cobraba 20 euros por el polvo y 10 más por el francés. Esta vez me decidí por lo simple: 20 euros.

Aparqué el coche unos metros más allá de donde la había recogido. El sitio no era precisamente el paraíso de la intimidad, cosa que ya empezó a ponerme nervioso, un nerviosismo que literalmente me hacía temblar, aunque la causa principal de los nervios era simplemente el hecho de enfrentarme desnudo a una mujer.

Pasamos al asiento de atrás, se quitó el tanga, se subió la minifalda, me pidió el dinero y después de dárselo sacó de su bolso un condón.

Según me lo estaba poniendo mi nerviosismo iba en aumento y ya sabía lo que iba a pasar. No recuerdo si después de ponérmelo empezó a chupármela para endurecerla o si directamente se sentó sobre mí. El caso es que sin llegar a hacer nada me corrí.

Tampoco ésta accedió a darme una segunda oportunidad gratis. Seguramente serían los 20 euros más fáciles que había ganado en toda su vida, o al menos en esa noche.

Así que jodido, triste y cabizbajo, me marché de allí intentando asimilar lo que había pasado. Pensando en ello durante los días siguientes llegué a la conclusión de que la causa de mi eyaculación precoz eran los nervios que me producían esas situaciones, sin intimidad, sin calor... Esa era parte de la verdad, pero no toda la verdad como posteriormente descubriría.

Necesitaba encontrar un sitio tranquilo, un burdel en el que no tuviera que estar pendiente de quién pasaba al lado. Mi tercera experiencia fue, entonces, en una casa de citas.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

De Ibán:
Quería compartir contigo unas reflexiones que con frecuencia se me pasan por la cabeza en relación con la demanda de prostitución; a ver a tí que te parecen.
Estos pensamientos no sé si resultan catárticos o más bien lo que hacen es crispar y violentar al hombre que los piensa.


Se trata de lo siguiente:

Muchas veces se me ocurre pensar que al conjunto de los varones heterosexuales (da igual la clase social, el nivel de estudios alcanzado o cualquier otra diferencia de naturaleza sociológica) nos están tomando el pelo con el asunto de la prostitución, o más en general, nos consideran imbéciles en relación a la realización de nuestras sexualidades.
Digo esto porque me parece que a la hora de referirse al hecho que una parte de los hombres recurramos o podamos recurrir al consumir sexo de pago, en el discurso de algunos colectivos y grupos de personas (o incluso de una parte de la ciudadanía) parece como si se presupusiese o subyaciese la idea de que los hombres tenemos más dificultad para vivir sin tener relaciones sexuales (con otra persona) que las mujeres. Como si para conservar la salud (en su triple dimensión bio-psico-social) necesitásemos el tener sexo con alguien.
Yo creo que esto es un mito aún presente en nuestra cultura. Creo que los hombres, en general, podemos aguantar sin tener sexo con alguien tanto como las mujeres.

Lo que ocurriría es que a los varones "nuestra cultura" nos tiende algo así como trampas. Con esto me refiero a que existe toda una cultura que favorece (o que directamente está orientada) a:
a) por un lado el que los varones eroticemos nuestras psique más que ellas y deseemos sexualmente también más que ellas (piensese en todos los productos de consumo de masas orientados a la excitación sexual de los varones: revistas para hombres, pornografía por doquier, modelos de mujer fáciles, pero falsos, que invitan a una masculinidad fácil en los varones en la que nos sentimos seguros y que despiertan nuestra atracción sexual, etc. etc.). Y

b) Una cultura de la belleza y la moda en el vestir femeninas, que están orientadas a resaltar los atributos de juventud, de feminidad... de las mujeres (pensemos en la moda del bronceado, de llevar ropas ajustadas y de ir muy pintadas, etc.) unido al hecho de a que a las mujeres, en general, todavía hoy se las educa y socializa en que han de relacionarse con los varones de una manera en la que resulten personas difíciles de acceder para nosotros, una manera en la que no han de mostrar demasiado de sí mismas (de su "interior") cuando estén en compañía de varones, una manera en la que han de "hacerse las difíciles", de que deben ser los hombres los que muestren interés, etc. Estos dos fenómenos de signo contrario, en mi opinión pueden producir un efecto nefasto en algunos varones... Por ejemplo en aquellos varones que llegada la pubertad o adolescencia por las razones de diversa índole han tenido escasísimo trato con mujeres que no fueran su madre, su abuela o su/s hermana/s. Estos varones de alguna manera, dispodrían de menos recursos o habilidades para establecer relaciones sociales satisfactorias o normales con las mujeres de sus mismas edades que el resto de varones, y teniendo en cuenta la presión social que hoy en día existe en nuestras sociedades en relación con el sexo (pensemos en el grupo de iguales; pensemos en alguno/as profesionales de la sexología...) entonces, considero que este tipo de varones serían un claro exponente de cómo una sociedad no igualitaria, en la que los roles de género y los patrones de comportamiento para los chicos y las chicas, en lo afectivo y lo sexual están claramente prefijados, produce las condiciones idóneas o favorecedoras para que los varones caigan o caigamos muchísimo más que ellas en la práctica de interesarnos por el sexo y de consumir sexo de pago (prostitución, pornografía en sus diversas modalidades,etc). Yo esto lo considero muy triste, y como varón me veo también como alguien damnificado por toda una sociedad, cínica, que, en su conjunto, lo permite, y que por si no fuera bastante, ocasionalmente, cuando uno expone esta crítica se le descalifica sin más tildándole de 'moralista'.

A mí me parece que los varones lo tenemos crudo en esta época de muchos y rápidos cambios: por un lado, desde el feminismo mayoritario, se nos reclama --con razón-- que hemos de avanzar en los ámbitos de lo emocional, de lo afectivo, de lo sexual, para así poder estar a la altura de las relaciones con las mujeres. Para ir consiguiendo unas relaciones más justas, satisfactorias e igualitarias con ellas. Pero al mismo tiempo terceras personas se refieren a nosotros en relación con el sexo de pago, enviando mensajes que, cuando menos, resultan confusos... nunca apelando a nuestra responsabilidad, en tanto que sujetos que toman decisiones, restando importancia a nuestras acciones como si fuésemos niños a los que todo puede permitírsenos mientras no causemos daño (no ejerzamos violencia en el caso de la prostitución). Esto creo que está presente en el discurso de algunas personas pertenecientes a algunos colectivos e investigadoras pro-derechos como Hetaira o LICIT. Sé que esto puede sonar un poco políticamente incorrecto para algun@s, pero es sinceramente lo que yo creo. A esas personas de estos colectivos poco les importa lo que les pueda suceder (en el nivel de su desarrollo como personas y de su vida relacional) a los hombres que consumen sexo de pago de forma habitual.
¿A que clase de esquizofrenia nos están se nos está llevando a los varones con mensajes tan contradictorios (primero una mayoría social, diciéndonos y exigiéndonos --con razón a mi entender-- que mejoremos y luego determinados grupos de mujeres permitiendo y mirando para otro lado ante unas prácticas masculinas que les interesan en tanto que supuestamente ayudan a que salgan adelante las mujeres pobres de los colectivos a los que ellas defienden?

ElCliente dijo...

Hola, Ibán:

Perdona que no haya sacado antes los comentarios, es que he estado muy liado con el trabajo y no he tenido tiempo ni de echarle un vistazo a mi propio blog. Tengo que asumir bien lo que has escrito para contestarte, aunque por encima estoy bastante de acuerdo. Un saludo.

Alvaro dijo...

Hola,
Precisamente hoy he empezado un blog que está muy en la línea del tuyo. Quiero darle forma a mi experiencia con las prostitutas. Quiero que me sirva para conocerme mejor y también aprender de la experiencia de otros.
Buscando blogs similares, he llegado al tuyo y te he enlazado.
Me haría ilusión que lo echaras un vistazo y sé libre de dejar los comentarios que desees.
Lo que he leido de este blog es muy similar a lo que me ha ocurrido a mí, salvo en lo de la eyaculación precoz, a mi lo que me ocurría cuando me ponía nervioso era que no me corría!! Te puedes imaginar, no? Bueno, espero contarlo en algún post
También te animo a que sigas escribiendo, aquí hay un blogero dispuesto a leerte

Anónimo dijo...

A Iban:

La idea de que el cliente de prostitución es alguien con problemas de relación con las mujeres puede ser una mistificación justificante del sexo pagado como una salida para el impulso sexual que se nos presupone y que criticas en tu mismo post. Estando de acuerdo en que el deseo sexual en los hombres además de ser muy diverso, no deriva de ninguna disposición innata, biológica o genética que nos predisponga, sino que responde a una estructura socio-cultural en la que la penetración representa el símbolo fundamental de la confirmación de la masculinidad, y como tal nos confirma como varones, algo a lo que de alguna manera estamos abocados, ya que la subjetividad masculina esta sujeta a continua demostración y confirmación.

Como decía partiendo, creo que de la misma idea, sobre que no existe tal deseo... intentar explicar el uso del sexo de pago como variante decepcionante sería mistificar la propia estructura del supuesto deseo innato masculino. Es como decir que la masturbación es un alivio... pero que lo bueno es follar. Bueno, quizá hay momentos para todo, y puede que la masturbación sea terriblemente reconfortante y mejor en muchos casos que el sexo con otra/s personas.

Te animaría a revisar la idea de que el sexo de pago, responde a chavales con problemas de relación. Gente con mucha facilidad para tener sexo sin pago utiliza en distintos momentos servicios sexuales...

Por otro lado intentar explicar la prostitución como lo anómalo, nos situa de por si en un conocimiento situado, y además en un conocimiento situado posiblemente dentro de los parametros del pensamiento hegemónico, o del "suelo mental" husserliano, de lo que se da por sentado.

Y como siempre, reducir el sexo de pago a relaciones heterosexuales es ignorar muchas más realidades, que por minoritarias no dejan de ser y estar, como el sexo de pago homosexual (gay y lesbiano) o el sexo de mujeres con prostitutos.

Como hombre no creo que estemos en una esquizofrenia sobre lo que nos exigen distintos grupos sociales, ya que estos grupos representan visiones e intereses diferentes, que en casos confluyen y en caso divergen.

Creo que lo realmente valiente no es ir de victima, criticando que los grupos que defienden los derechos de las/os trabajadores del sexo, puedan tildar ciertos posicionamientos como moralistas. Generalmente son críticas que son poco gratuitas, ya que los grupos que defienden los derechos de los trabajadores sexuales, son precisamente grupos muy vinculados a la liberación sexual precisamente por haber sido víctimas, estas sí, de verdad de la discriminación sexual... muchas lesbianas, transexuales y heterosexuales que no encajan en las estrechas normas de la heterosexualidad coital compulsiva en pareja monogama serial, de nuestra sociedad contemporanea.

No soy defensor de la prostitución, ni animo a nadie ni a prostituirse ni a obtener placer sexual mediante pago, pero no seré yo quien se erija en juez de quien participa, ni como trabajador/a (explotado/a o no) ni como cliente (forzado por su "falta de habilidades de relación" o no).

Yo no estoy de acuerdo con lo que planteas.

Un saludo

Chema

ElCliente dijo...

Efectivamente, Ibán, a los varones de nuestra cultura nos toman el pelo, por eso nos quedamos calvos tan pronto y luego no gustamos a las mujeres y entonces tenemos que recurrir a la prostitución. No, en serio, nos toman el pelo con ese y con otros asuntos, y no solo a los hombres, sino también a las mujeres. Nos lo toman con todos los asuntos y desde todos los lados. Discutamos sobre lo que discutamos siempre hay argumentos, ejemplos y datos estadísticos para todos los gustos y posiciones ideológicas, y es que, decía alguien, “la razón es esclava de las pasiones”. Si alguien es inteligente buscará esos argumentos, ejemplos y datos para defender sus posiciones. Si alguien es, además, crítico, se preocupará por conocer los argumentos, ejemplos y datos del contrario para poder atacarlos y defenderse mejor. Si alguien es, además, honesto, se encontrará ante una tela de araña, un maremagnum, una montaña de datos y argumentos entre los cuales terminará por no saber cómo moverse y se declarará escéptico; pero, eso sí, no volverá a la etapa pre-intelectual o pasional, al menos no en las discusiones, ya que uno no puede dejar de sentir pasiones.
Uno siente pasiones, efectivamente, unas pasiones que pueden tener un componente biológico, pero que en su mayor parte son de carácter social, un carácter impreso sobre todo a lo largo de la infancia, desde nuestra familia, desde la escuela, desde la televisión, etc.
Sin embargo, esas pasiones no actúan como un resorte, como un mecanismo que produce una respuesta automática, pues estamos dotados de una dimensión libre, una dimensión en la que decidimos qué hacer a cada momento... Bien, algunos la tendremos más desarrollada que otros, es cierto, pero esto también depende de la educación y no siempre resulta útil.
Por todo esto, tal y como dice Ibán, aunque seamos unos juguetes de “la cultura”, especialmente de la cultura del ocio, de la cultura del 68, de la “liberación sexual” (jua, jua) y del “psicoanálisis para todos”, una cultura que incita a la satisfacción de unas pasiones exageradas, cuando no creadas, por ella misma, a pesar de ello, decía, somos libres para decidir si las satisfacemos y cómo las satisfacemos.
Y la pregunta es: ¿por qué no habríamos de satisfacerlas? Obsérvese que, contra lo que suele creerse, el que se haga esta pregunta es más libre que el que no se la hace y directamente las satisface. Bueno, en realidad, sería la pregunta contraria: “¿por qué SÍ habríamos de satisfacerlas?” El que no se haga esa pregunta está preso de su tiempo, de sus circunstancias. Pero si uno puede hacerse esa pregunta es porque viene de un tiempo pasado tildado de “carca”, moralista, victoriano, católico... Ahora bien, se ha de razonar las respuestas, no sea que estemos anclados en ese otro tiempo.
La cuestión es, entonces, que la libertad nos la proporciona el conocimiento: el conocimiento de los argumentos de otros, el conocimiento de otras culturas y tiempos pasados, el conocimiento de los sentimientos de los demás...
Otra cuestión relacionada es que dicha libertad o conocimiento no necesariamente va a proporcionarnos mayores niveles de felicidad, quizá todo lo contrario, pues al plantearnos ciertas cosas sufrimos. Esto es lo que pasa con la esquizofrénica cultura de la que habla Ibán, esquizofrénica porque se compone de dos o más subculturas, principalmente la tradicional y la del 68; de modo que ese conocimiento de dos subculturas no es que lo busquemos, es que nos viene dado.
Sufrimos, pero ese sufrimiento es el precio de la libertad, ya lo decían los existencialistas, con Sartre a la cabeza.
Y, efectivamente, como dice Chema, las diferentes ideologías o subculturas pertenecen a colectivos o grupos de intereses distintos, pero lo que también ocurre, Chema, es que cada uno de nosotros podemos pertenecer a diferentes colectivos, e incluso a colectivos enfrentados.
Ahora bien, por lo que toca a la fenomenología (la de andar por casa, no la husserliana) del deseo sexual, poco importa que éste tenga raíces biológicas o sociales, ya que es la experiencia del mismo lo que tira de uno, lo que le mueve, y a pesar de ser crítico con la herencia ideológica y con el pensamiento hegemónico, uno no deja de desear y de sentirse más o menos hombre en función de su satisfacción sexual. Me siento mejor desde frecuento este mundo, ya que follo. Aunque eso sí, me sentiría mejor si pudiera follar sin pagar, es decir, seduciendo a las mujeres. Pero uno vale para lo que vale y para otras cosas no.

Anónimo dijo...

De Ibán:

Con ánimo constructivo, sin ganas de polemizar ni crispar a nadie, pero no por ello dejando de ser crítico con el comentario que realiza Chema a modo de respuesta:

Trataré de responderte cosa por cosa, pero anunciando ya que tu respuesta no me satisface ni me convence, y que la misma me parece que cae dentro de lo que sería políticamente correcto a los oídos de los grupos pro-derechos y pro-trabajo sexual.

1) No entiendo muy bien el porqué de lo que expones en el tercer párrafo de tu respuesta en torno a la idea de la prostitución como "variante decepcionante" de lo que sería ideal en lo que a relaciones sexuales entre varones y mujeres se refiere. De veras no creo que esto sea lo principal que se deduce de las críticas a la demanda de prostitución que trato de realizar. [Aquí me parece que pretendes forzar el argumento de que yo no considero lo suficiente la distinción entre 'cultura real' y 'cultura ideal', necesaria a tener en cuenta para evitar así introducir sesgos situando al fenómeno de la prostitución como un 'comportamiento desviado' (y objeto de estudio de una disciplina que se ha conocido como 'Sociología de la Desviación' y a la que se ha supuesto equivocadamente una buena fundamentación epistemológica dentro de la Sociología). Esa distinción entre las dos culturas nos hace replantearnos críticamente cómo es posible juzgar un comportamiento como el de los participantes en una relación de prostitución de 'desviado', con respecto a qué son desviados tales comportamientos, etc. [Ignasi Pons dixit.]
Chema, creo que yo tal distinción la tengo en cuenta, lo que pasa es que trato de superarla.
Me explico: creo que asumir sin más tal distinción es insuficiente en el sentido de que quedarse en ese punto no aporta nada a lo que debería ser un conocimiento crítico del fenómeno de la prostitución. Yo no creo en una ciencia pura, constituída sólo de hechos. Creo en una ciencia con valores.

2)En relación con que el sexo de pago es consumido de un modo significativo por algunos varones jóvenes, decirte que me reafirmo en dicho aserto.
Tanto por los pocos estudios recientes, realizados en España, que conocemos en los que se dedica un espacio específico al aspecto de la demanda (Barahona y García
Vicente; El coordinado por Clara Guilló sobre el fenómeno en Andalucía...), como por informes como los del investigador Sven-Axel Mansson, en "Simposio Internacional sobre Prostitución y Tráfico..., o el más reciente de los españoles López Insausti y David Baringo, o por lo que se puede leer en foros de internet en los que escriben usuarios de sexo de pago (putalocura, voydeputas...), considero que es posible afirmar, sin ninguna duda, el comienzo en la práctica de recurrir al sexo de pago entre varones jóvenes con problemas de relación con las mujeres, o que sienten carencias y confusión en relación con las mujeres de sus mismas edades es una realidad hoy en nuestro país. Que otros de éstos jóvenes que recurren a la prostitución tienen su pareja o están casados, o simplemente no tiene dificultades reseñables de relación con las mujeres, no lo dudo. También se da esto. [En los pocos estudios realizados recientemente en España sobre el aspecto de la demanda que tenemos disponibles, es posible constatar asímismo que la mayoría de los testimonios de varones treintañeros o de más edad --que además recurrían habitualmente-- habían comenzado como usuarios de la prostitución cuando se encontraban en la veintena, o incluso cuando tenían menos de veinte años. Y yo ya sé también como tú, que hay (gente madura sobre todo) que teniendo relaciones sexuales por otras vías también recurren al sexo de pago (de esto informa precisamente Sven-Axel Mansson).
Mira te dejo a continuación en enlace un breve comentario en el que hablo de esta demanda de clientes jóvenes (por boca de López Insausti y Rafael Baringo). El enlace es:

http://voydeputas.blogspot.com/2008/08/el-temido-stress-post-vacacional.html

3) En el siguiente párrafo de tu respuesta, vuelves a insistir en la idea de que yo en mis críticas trato de explicar la prostitución como lo anómalo.
Sinceramente te digo que, sobre todo en los últimos comentarios críticos acerca de la demanda de prostitución que he ido dejando en diferentes lugares de la Red, no creo haber adoptado esta perspectiva. Te remito a lo que he comentado más arriba en esta respuesta.
Yo lo único que estoy tratando de defender es que es posible la crítica a la demanda de sexo de pago como práctica social masculina desde un punto de vista de la crítica a determinadas masculinidades/sexualidades que salen a la luz en bastantes de los motivos y explicaciones que exponen los varones cuando se investiga esta práctica social. [Creo que lo último que he comentado en el blog de Montse Neira es una clara muestra de lo que digo; leelo íntegramente por favor]. Y en mi comentario a esta entrada dejada por 'Yo, cliente', creo que lo que he hecho ha sido responsabilizar a una parte de nuestra cultura de consumo orientada a la excitabilidad y a enarbolar o ser permisiva con determinados valores de masculinidadsexual de los varones de producir las condiciones favorecedoras para que algunos varones jóvenes comiencen en práctica de recurrir al sexo de pago (a pesar de que, en realidad no necesiten de dicha práctica).

4) Con respecto a lo siguiente que me respondes, yo me atrevo a la siguiente réplica (que considero fundamentada):

En territorio hispano (incluídos los dos archipiélagos), la gran mayoría (el noventa y bantantes por ciento) de relaciones sexuales pagadas las demandan varones. Y este dato a mi entender tiene una gran importancia si lo que pretendemos es entender adecuadamente el fenómeno de la prostitución introduciendo una perspectiva de género en los análisis que podamos hacer. La demanda de prostitución suele tener mucho que ver con la organización de la sexualidad y la afectividad masculinas. Asumir esta idea plenamente, que es lo que yo estoy diciendo ahora aquí es precisamente tomar en consideración la antedicha distinción entre 'cultura ideal' y 'cultura real', para a continuación superarla (mediante esas crítica a las masculinidades que pueden detectarse con frecuencia cuando se analizan lo que significan para nosotros las relaciones que mantenemos con mujeres en contextos de prostitución.

5) Con respecto al tema de la 'esquizofrenia intelectual' a la que yo aludí, responderte que me parece que 'Yo, Cliente' me ha comprendido mejor que tú. Con eso que he dicho ahí, lo que pretendí era más bien expresar un sentir mío, algo personal, para ver si el responsable del blog, en tanto que usuario, sentía algo parecido a eso. He pretendido, asímismo, dejar constancia de un cierto elemento de cinismo o hipocresía (mirar hacia otro lado, actuar con mala fé en el sentido sartreano) por parte de algunas personas afines a colectivos pro-derechos y en favor de la consideración de la prostitución como 'trabajo sexual', que yo creo haber detectado en la parte del discurso de estas asociaciones cuando las mismas se refieren al aspecto de la demanda, cuando se les interpela acerca de la posible responsabilidad o papel jugado por los varones en la prostitución, etc. Estas personas parece que desvalorizan, cuando no tildan directamente de 'moralista', cualquier crítica argumentada y con un cierto conocimiento de causa acerca del carácter patriarcal de la prostitución. Mis críticas a la prostitución creo que no son asimilables a las del feminismo abolicionista. A estas alturas creo que ya es posible ver esto. Además yo me he manifestado reiteradamente en contra, tanto del abolicionismo normativo como del prohibicionismo, como formas júridicas para el abordaje de la prostitución.

Y añado algo de lo que te responde 'Yo Cliente' a esta cuestión; algo que me ha gustado mucho y con lo que estoy de acuerdo:

"... pero lo que también ocurre, Chema, es que cada uno de nosotros podemos pertenecer a diferentes colectivos, e incluso a colectivos enfrentados."

O dicho de otra manera: las normas y valores normativos no son algo puramente objetivado que está "ahí fuera" en algo que llamamos 'cultura', sino que más bien las normas son algo que formas parte de nuestras vidas, son algo que vamos haciendo (tomando entidad) al vivir cada uno de nosotros. De ahí que sea posible que a alguien como yo o como 'Yo, Cliente' se le presenten en su vida conflictos entre normas y valores diferentes. Lo que habrá que dirimir será cuáles de esas normas y valores son más valiosos y, por ello defendibles, y cuáles lo son menos.
Te aclaro, en fin, que mi crítica nunca ha sido al grueso del discurso del movimiento a favor de los derechos de las 'prostitutas', sino tan sólo a una perqueña parte de tal discurso que a mí me ha parecido que está mal enfocado teóricamente (posiblemente por adoptar una perspectiva unidimensional o unidireccional a a la hora de analizar un fenómeno como la prostitución --que exige necesariamente un enfoque relacional y contextual para ser comprendido bien. Ese único punto de vista al que me refiero y critico por insuficiente, es de la mirada de las mujeres oferentes hacia la actividad que ellas realizan, pensando ésta exclusivamente en términos de trabajo. Esta perspectiva parcializa y necesariamente introduce un sesgo a la hora de estudiar la prostitución. Por ejemplo: se le podría plantear a dicho discurso la cuestión del 'bien social' que produce o no produce la prostitución, y aquí entonces ya enlazamos con todo el tema de la demanda, a qué modelos de masculinidad responde ésta, de si no se estará perpetuando algo que es mejor cambiar o no, etc.

Lo que más me fastidia de todo este tema, es que en los propios testimonios (historias de vida, entrevistas) de mujeres que ofrecen sexo de pago o que han trabajado como 'prostitutas' siempre en algún momento podemos encontrar revelaciones que podrían resultar elementos para la autocrítica de nosotros, los varones en lo referido a nuestra forma de organizar la sexualidad y la afectividad estrechamente relacionadas con la práctica de usar la prostitución, y, sin embargo, a esas revelaciones de las mujeres parece que no se las da importancia. Se las toma como algo anecdótico y no se les está dando la importancia crítica que merecerían. Si no me creen en esto que digo, repásense por ejemplo: los relatos que Miriam ( blog Yo Puta) escribió en 'Tucán Club' en los que habla de sus clientes, el libro de testimonios "Una Vida de Puta", la historia de vida de Carla Corso ("Retrato de Intensos Colores") y su informe sobre la investigación realizada a clientes); los libros colectivos en los que las 'trabajadoras' hablan en primera persona editados tanto por Gail Pheterson ("Nosotras, las Putas"), como por Raquel Osborne ("Las Prostitutas: una voz Propia"), algunas entrevistas a mujeres que habían ejercido la prostitución en medio abierto en las que daban cuenta de los tipos de hombres, la investigación/informe de Álvaro Colomer ("Se alquila una mujer: historias de putas"), etc.
Como botón de muestra dejo unas consideraciones críticas hacia la demanda de prostitución de una de las mujeres oferentes que participaron en la revuelta de las 'prostitutas' francesas en el año 1975, que a mí me parecen muy acertadas. Esta mujer decía entonces a la periodista que la entrevistó:

"Personalmente pienso que el sexo, o más exactamente la relación sexual, completa, pero no significa casi nada. O más bien es mucho y poco a la vez. Quizás algún día los hombres se den cuenta de esto; entonces le darán al sexo su lugar exacto: primero poco, y al ver que es poco, podrán darle mucho. En este momento, cada vez más, se sobrestima el sexo, pero lo que está sobrestimado no es más que el cine en la cabeza de la gente. Sobrestimado, pero al mismo tiempo oculto, censurado: Lo uno va con lo otro.
Tengo clientes que sólo suben por el sexo, etc. etc."
* Véase el cap. II y en particular las pp. 46 y 47 del libro:
JAGET, Claude: "Una vida de Puta". Júcar : Madrid, 1977


Con esto creo que te he respondido un poco.
[Y por último te informo de que yo, aunque intente llevar a cabo una crítica de lo que hay detrás de la demanda (masculina) de prostitución en una gran cantidad de casos que se pueden analizar, no pertenezco a ningún lobby abolicionista, ni tampoco jamás suscribiría en su totalidad una declaración de principios como la del grupo 'Hombres Abolicionistas'.]

Anónimo dijo...

De Ibán:

Para Chema (algunas cosas que se me han quedado en el tintero):

Creo que a todo tu comentario sobre lo que yo le escribo aquí a 'Yo, Cliente' subyace un concepto de lo que es la libertad un tanto 'laissez faire': mientras los varones que son usuarios de la prostitución no sean violentos (o den un trato despectivo) con las mujeres a las que pagan, por mí pueden seguir recurriendo a la práctica de demandar sexo de pago, no soy yo quien para emitir un juicio crítico sobre esto. Cada quién ha de responsabilizarse de su propia vida sin necesidad de que terceros le hagan consideraciones, o le asesoren, o le aconsejen, y ha de ir aprendiendo por sí mismo...

Pues bien yo no estoy de acuerdo con un concepto de la libertad como ese. Considero, en cambio, que los textos de crítica cultural nos han de servir para algo. Si esto no fuera así, ¿qué importancia habríamos de concederle a análisis de la prostitución como los de André Gorz o Bruckner y Finkielkraut, que son críticos hacia la demanda masculina de prostitución; o los del propio Josep-Vicent Marqués --implícitos en sus análisis de la masculinidad incluídos en el libro "Sexulalidad y Sexismo? ¿Acaso estos análisis críticos no contienen ninguna verdad?

En un artículo reciente dedicado al tema de los clientes de prostitución, la propia Isabel Holgado, investigadora y activista pro-derechos ligada a LICIT (Barcelona) escribe algo como lo siguiente(*):

"Es a finales del siglo XX cuando se plantea la necesidad de analizar la posición y los discursos de los hombres-clientes en las dinámicas actuales de la Industria del Sexo (Mattila, 2003; Leonini, 1999; Castelli, 2002). Estos y otr@s autor@s plantean que el fenómeno del trabajo sexual no puede seguir siendo abordado ninguneando los deseos y los valores asumidos por el grupo de hombres sobre la identidad femenina, a través de la figura del cliente que paga por sexo. Algunas instituciones europeas empiezan a financiar estudios multidisciplinares que sitúan al hombre-cliente en el centro del análisis, con una perspectiva transnacional. Etc.
(...) Por su parte, en los nuevos estudios sobre masculinidad, los "Men's Studies" se mantiene la lógica de la invisibilización y no se ha acometido, hasta el momento, un análisis de las relaciones de poder a través de la sexualidad situado en la díada mujer-cliente. El clientelismo sexual se mantiene como fenómeno inexplorado y subestimado, siendo el tema "que no es tema". En ninguno de los congresos y jornadas sobre masculinidad realizados en el Estado español en los últimos años se ha nombrado o reflexionado acerca de la política heterosexual en relación a la compra de sexo, lo que significa que el hombre como pagador de servicios sexuales permanece en el anonimato. Lo que sí se han producido son declaraciones y posicionamientos a favor del abolicionismo de la prostitución por parte de algunos hombres destacados en el movimiento de nuevas masculinidades." [Isabel Holgado en: "'El que paga por pecar': hombres clientes de sexo de pago", en: "Prostituciones: Diálogos sobre sexo de pago". Icaria : Barcelona, 2007; pp. 150-151]

Por su parte la activista del movimiento LGBT ha escrito recientemente algo tan significativo como lo siguiente (en la misma línea que yo):

"Cambié mi manera de pensar respecto a la prostitución a raíz de una conversación con una conocida antropóloga, partidaria a ultranza de la legalización. Yo comenté que me preocupaba el impacto que la regularización de la prostitución podía tener para legitimar, e incluso reforzar, la construcción de la sexualidad masculina hegemónica. La contestación de ella fue: “¿Qué me importa a mí la construcción de la sexualidad masculina?”. Entonces, simplemente me di cuenta de que este debate no tiene solución porque estamos en niveles de análisis diferentes."
[para el artículo completo, véase el enlace siguiente: http://www.trasversales.net/t10bg.htm ]

-Gracias por leerme.